La culpa. Eso que nos invade y nos trastorna. Nos hace sentir mal. Nos descoloca. Mina nuestra seguridad y autoestima. Hicimos algo mal, algo que entendemos indebido, algo que hizo sufrir al otro… y entramos en la barrena de la culpa. Nos devaluamos.
¿Qué tal olvidar la culpa y sustituirla por la responsabilidad? La responsabilidad implica madurez; la culpabilidad es emocionalmente infantil. Ante un error, un comportamiento responsable impulsa el crecimiento de la persona; ante un error, la culpa invita a la ira, al miedo, al rencor y a una autosuficiencia engolada, artificial y, a la postre, muy dañina, generadora de más y más dosis de culpa en próximas actuaciones. De chantaje y manipulación. De vivir constantemente en el pasado.
¿CÓMO TRASCENDER LA CULPA?
1.- En primer lugar, reconociendo que el error se ha cometido. Es un primer paso donde muchas pesonas se estancan porque se ven incapaces de decirse a sí mismas que se equivocaron. Niegan toda responsabilidad en el hecho y eluden la mirada hacia sí mismos; culpabilizan al otro sin saber que se están doblemente culpabilizando a ellos. Huir de la culpa sólo la multiplica. Reconocer es el primer gran paso para anularla.
2.- Perdonarse a uno mismo. Es un paso que se da a la par que el paso anterior. Perdonarse para perdonar y para eliminar de ese problema todo rastro de rencor, restarle peso, considerarlo humano, un aprendizaje. Limpiar el bache y seguir caminando en una actitud de aceptación y asimilación.
3.- Disculparte. De una u otra forma. Asumir la equivocación con honestidad y madurez. Y hacer todo lo posible para enmendar cualquier daño. Ponerte al servicio de la solución, no de la culpa ni del rencor. No se trata de echar palas y palas de olvido sobre un tema sino de mirarlo con limpieza y coherencia… y actuar desde ahí. El otro es tu maestro y este paso, un gran aprendizaje para los dos.
4.- Aprender la lección. Analizarla desde el corazón y el amor… y continar camino sin ninguna mochila a la espalda que te pese y enturbie la vida.
Algo importante: todo esto lo haces por ti y desde ti. No consiste en obrar para conseguir que el otro nos perdone, no. Entregas esta actitud sin esperar nada a cambio desde tu más absoluta honestidad personal. Respetar la libertad de la otra persona forma parte de este proceso que, inevitablemente, te traslada a mayores niveles de autoestima, crecimiento y seguridad personal, además del conocimiento de la compasión a través de la responsabilidad en la aceptación del error.
Esta aparente «humillación» es, como ves, una apuesta para ganar. Para ganarte y quererte como eres. Exactamente así.