¿Qué regalamos y para qué? El regalo dice bastante más de cómo somos y de cómo son quienes nos rodean de lo que inicialmente pensaríamos (o nos gustaría). El regalo tiene tras sí (o consigo) todo un lenguaje inconsciente que se desata al cien por cien durante estas fechas navideñas.
En el artículo ‘La Psicología Social del regalo’, Barry Schwartz escribe que «Los regalos son una de las formas de transmisión de la imagen que los otros tienen de nosotros». Los obsequios que recibimos se ajustan a la idea que nuestros familiares, parejas, colegas o amigos tienen de quienes somos (de nuestra personalidad, esa sucesión de ‘caretas’ o ‘disfraces’ con los que avanzamos por el mundo); cuando se produce una ‘disonancia’ y nos hacemos esta pregunta (interna, porque verbalizarla en público nos haría ‘quedar mal’): «Pero, ¿cómo es posible que me hayan comprado esto?», tenemos ante nosotros una interesante lección posible (si decidimos adentrarnos en ella y aprenderla):
- El regalo actúa como ‘reflejo’: ¿Qué me está mostrando de mí mismo que no quiero ver, que he decidido ocultarme?
- El regalo actúa como ‘verdad del otro’: ¿Estoy percibiendo a esa persona como realmente es o como yo quiero que sea?
De igual modo funciona cuando regalamos nosotros: ¿Nos ponemos en el lugar del otro al comprar un obsequio o utilizamos el regalo de forma egoica, a modo de demostración de poder y autoridad? ¿Hacemos del regalo ese intercambio externo para obtener la adoración que queremos que nos profesen? ¿Regalamos… o nos estamos regalando nosotros (regalándonos una conversación interna de este tipo: «todo lo haces bien, incluido regalar»).
DIME CÓMO REGALAS Y TE DIRÉ QUIÉN ERES
Ahora, querido lector de este blog, tienes ante ti una guía de ‘regaladores’ donde tal vez puedas encontrarte y encontrar a quienes te rodean, ya sea tu pareja, un familiar, un amigo o un colega de trabajo. Esto empieza así:
- – EL AUTÉNTICO. Aquella persona que, al regalar, piensa exactamente en aquel a quien va dirigido el obsequio. Su objetivo: compartir felicidad. Lo logra.
- – EL COMPETIDOR. Aquella persona que se regala a él y a su ego. El regalo se convierte en un espectáculo de sí mismo, de su dinero, de su poder, de su valía. El destinatario del obsequio nunca ha estado presente en todo el proceso. Su objetivo: autocomplacerse, adorarse (y ser adorado).
- – EL LOBO CON PIEL DE OVEJA. Aparentemente detallista, magnánimo, amoroso… el fondo es el de un competidor nato. Tras la pantalla, se esconde un ego que reclama su tributo. Por cierto: todo ‘lobo’ desea regalos acordes a sí mismo: a todo un ‘dios’ (o ‘diosa’); eso sí, si se oculta tras una piel de oveja nunca lo manifestará claramente.
- – EL MANIPULADOR. Utiliza el regalo para conseguir sus objetivos, que pueden ser de lo más variado: ganarse la confianza de alguien en función de un ‘plan’ de actuación (siempre interesado), hacer sufrir (elegirá regalos que duelan), ‘enamorar’ (nuevamente, de forma interesada…), lograr un crecimiento laboral… El otro, aquel a quien va dirigido el objeto, nunca es el fin sino otro medio para llegar a la ‘meta’.
- – EL QUE SE QUEJA. De todo en general y, especialmente, de la Navidad en particular y cualquier cosa aparejada a lo que podría ser una celebración. Se les llama ‘aguafiestas’ en lenguaje popular; realmente, esconden tras este comportamiento un deseo de llamar la atención y una sensación profunda de no sentirse queridos. Ante el regalo, como ante todo, van predispuestos para el dolor, para que les duela.
La Navidad puede ser un excelente momento para conocernos, reconocernos, conocer y reconocer. Tras el ‘papel de celofán’ hay todo un mundo por desenvolver.