Cuando el técnico terminó de montarle aquella televisión de 55 pulgadas y pantalla de LED, Andrés se encontraba realmente entusiasmado.
Sabía en qué emplearía el resto de la tarde, y esto lo motivaba sobremanera.
Uno a uno fue sintonizando las decenas de canales que le facilitaba su antena TDT, a pesar de que él no solía ver más de tres.
Para su desánimo, frecuentaba mucho más a estos tres canales que a sus tres hijos, todos emancipados del hogar familiar desde hacía años.
Él, comprensible y prudente, nunca consideró oportuno hablarles de cómo se sentía desde que su adorada mujer había fallecido tras años de dura enfermedad. Esto, había sumido a Andrés en una vida sedentaria y solitaria, donde los días pasaban sin mayor sobresalto y las noches se eternizaban entre cambios de postura y tirones de sábanas.
Uno de sus pocos alicientes era ver en el canal regional el programa de búsqueda de pareja de personas mayores, un espacio dedicado a la gente de su generación, que al igual que él, ya vivían soportando ausencias importantes.
Le gustaba escuchar testimonios donde sentirse identificado, pero sobre todo, le ilusionaba ver como seres humanos socialmente desahuciados, eran capaces de buscar compañía de forma honesta y entrañable.
Andrés sin embargo, prefería quedarse en su sillón, viendo “En compañía” cada tarde a las 16:ooh., porque a pesar de que no le faltaban ganas de probar a ser él mismo el protagonista del programa, prefería no disgustar a sus hijos, que no verían con buenos ojos su necesidad de volver a vivir acompañado, más allá de su televisión de 55 pulgadas y pantalla de LED.
-La epidemia en que se ha convertido la soledad (entendida como aislamiento social) se ceba especialmente con la población más envejecida, siendo una urgencia social y sanitaria el poder intervenir con esta problemática tan extendida como silenciosa-
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