La resiliencia es el proceso de adaptarse adecuadamente a la adversidad, a una tragedia, amenaza, o también fuentes de tensión significativos, como problemas familiares o de relaciones interpersonales, problemas de salud o situaciones estresantes en el trabajo.
Ser resiliente no quiere decir que la persona no experimente dificultades o angustias. El dolor emocional y la tristeza son comunes en los seres humanos que han sufrido grandes adversidades o traumas en sus vidas. De hecho, el camino hacia la resiliencia probablemente está lleno de obstáculos que afectan a nuestro estado emocional y las emociones que experimentamos en esas situaciones aunque las consideremos negativas por desagradables son, por el contrario, tremendamente útiles para nuestra salud mental.
La resiliencia no es una característica que la gente tiene o no. Incluye conductas, pensamientos y acciones que pueden ser aprendidas y desarrolladas por cualquier persona (APA, American Psychological Association).
Por ello, vamos a ofreceros algunos factores que contribuyen de manera directa a la adquisición y entrenamiento de la resiliencia:
• Asumir que el cambio forma parte de la vida.
Aceptar las circunstancias que no podemos cambiar nos puede ayudar a enfocarnos en las circunstancias que si podemos modificar.
«Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que sí puedo y la sabiduría para conocer la diferencia». Oración de la serenidad.
• Crea oportunidades para descubrirte a ti mismo.
Es una realidad que tras la lucha contra los problemas, las personas (si nos lo proponemos), podemos aprender valiosas cosas sobre nosotros mismos, sintiendo que hemos crecido a nivel personal. Es muy frecuente en las personas que han experimentado tragedias y situaciones difíciles, la certeza de haber mejorado en el manejo de sus relaciones personales, la sensación de que su autoestima ha mejorado, que su espiritualidad está más desarrollada y una mayor capacidad de apreciación de la vida.
• Evitar el hipercontrol ante la vida.
Una de las principales fuentes de tensiones y estrés en el ser humano, es el deseo de querer controlar todos los aspectos de su vida. Por eso, cuando algo se nos escapa de las manos, nos sentimos culpables e inseguros. De ahí que sea fundamental aprender a lidiar con la incertidumbre, llegando a sentirnos cómodos y confiados aunque no tengamos la certeza de nuestro futuro.
• Evitar ver las crisis como obstáculos insuperables.
En sintonía con los apartados anteriores, para cultivar la resiliencia es primordial aceptar que la vida conlleva sufrimiento, un sufrimiento que se puede presentar en forma de tensión, estrés, angustia, miedo…
Uno de los fundamentos budistas asegura que la existencia misma supone irremediablemente sufrimiento, y hasta que no seamos capaces de aceptar esta verdad, viviremos sumidos en la confusión. Si somos capaces de trascenderlo, podremos adentrarnos en la sabiduría de la asunción del dolor como camino hacia el encuentro con uno mismo.
• Establecer relaciones de calidad.
Es fundamental para el ser humano, contar con una red de apoyo que le sostenga cuando las circunstancias sean adversas. Existe evidencia científica que afirma que el apoyo social es un factor protector de la salud, por ello aceptar ayuda de otras personas fortalece la resiliencia.
Boris Cyrulnik, neuropsiquiatra francés, considera que la resiliencia no es un atributo estático de la persona, sino que se trata de un proceso dinámico de interacción, en permanente desarrollo y siempre relacionado con la afectividad, las emociones y el encuentro con otras personas.
«Lo que yo soy, interactúa con lo que tú eres. La resiliencia no es estar cordialmente, es interacción», Cyrulnik.
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