La orientación sexual es la capacidad para sentirse atraída emocional, sexual y afectivamente por personas del mismo sexo, del sexo opuesto, de ambos sexos o no tener preferencias con el sexo o el género.
Este constructo es independiente del sexo biológico, refiriéndose este último a lo que conocemos como sexo cromosómico, es decir, el que nos es asignado al nacer, convirtiéndonos en machos (XY) o en hembras (XX).
Igualmente es independiente de la identidad de género, concepto que define cómo cada individuo se siente como ser sexual, respecto a su género y los roles de género y cómo comunica esos sentimientos a través de la ropa, la conducta y la apariencia personal. Habitualmente la identidad de género se considera un espectro con dos extremos: la identidad atribuida a las mujeres y la relacionada con los hombres.
Actualmente existe una redefinición del género que está ampliando esta dualidad, alejándose de la construcción social que la instauró y acercándose más a una construcción de corte individual, en el que cada persona escogería el formato con el que se sintiese más cómodo/a.
Mientras que la identidad de género se clarifica por lo general en la infancia, la orientación sexual se hace evidente más tarde. La investigación sugiere que la orientación no puede ser modificada, por lo que desde el ámbito científico se echa por tierra los intentos infructuosos de algunos sectores de la sociedad, empeñados en despojar a algunas personas de su forma de amar, simplemente por pertenecer a una minoría.
Entre las orientaciones sexuales más populares encontramos:
- Heterosexualidad: atracción física, emocional, afectiva y sexual por personas de un género diferente.
- Homosexualidad: atracción física, emocional, afectiva y sexual por personas del mismo género.
- Bisexualidad: atracción física, emocional, afectiva y sexual por personas de ambos géneros.
Tradicionalmente se ha considerado la heterosexualidad y la homosexualidad como los dos grandes referentes.
Afortunadamente, en la última década se ha dignificado la realidad bisexual, y se ha abierto la puerta a nuevos conceptos que han contribuido a un acercamiento a la orientación sexual más allá de la heterosexualidad, la homosexualidad y la bisexualidad.
Entre los más extendidos encontramos:
- Pansexualidad: atracción sexual hacia algunas personas, independientemente de su sexo biológico o identidad de género. La diferencia entre la pansexualidad y la bisexualidad es que en el segundo caso la atracción sexual se sigue experimentando a través de las categorías de género, mientras que en la pansexualidad no ocurre esto.
- Polisexualidad: la atracción física, emocional, afectiva y sexual por individuos de diversos géneros sin discriminar, niegan la idea binaria de género. Se diferencian de los pansexuales, en que, mientras los primeros sienten atracción hacia todas las manifestaciones de género, los polisexuales no sienten atracción hacia todas posibles identidades de género.
- Asexualidad: la asexualidad sirve para poner nombre a la falta de atracción sexual. Muchas veces se considera que no forma parte de la diversidad de orientaciones sexuales, al ser su negación.
- Demisexual: alguien que se identifica como demisexual no suele sentir atracción sexual a menos que ya haya formado un fuerte vínculo emocional con dicha persona. Este vínculo puede o no ser romántico.
- Sapiosexual: los sapiosexuales se caracterizan por sentirse atraídos por la inteligencia de una persona. El vínculo aquí es intelectual.
Sigamos abriendo camino hacia la diversidad, la tolerancia y la libre elección para amar según nos dicte el corazón y la psique, y no la moral de una sociedad que no puede quedarse estancada, pues el cambio y la renovación es la evolución natural de cualquier ámbito de la vida, incluyendo por tanto la orientación sexual.
Y es que ya decía Serrat que…
“Cada uno es como es,
cada quién es cada cual
y baja las escaleras como quiere”.
Os dejamos el enlace de este canto a la libertad individual.
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