
“No es la felicidad lo que nos hace agradecidos; es la gratitud lo que nos hace felices”. (David Steindl-Rast)
La gratitud implica realizar el esfuerzo de poner en valor lo que forma parte de nosotros, de nuestra vida, sin caer en el error de poner el foco de atención justo en lo que nos falta. Agradecer lo que se tiene y lo que se ha recibido es una actitud inteligente y positiva ante la vida, pero es una tendencia de lo más humana dar por sentado lo conseguido, mostrando insatisfacción y desacuerdo por lo que nos gustaría alcanzar, pero aún no poseemos.
Desde la Filosofía Moral se considera a la gratitud la hija potencial de la justicia y de la humildad, por lo que desde nuestra consulta, le queremos atribuir el estatus de virtud, lo que implicaría, que para que pueda llegar a formar parte de nuestro repertorio de hábitos, la debemos entrenar, practicar e interiorizar, tanto con nosotros, como con los demás.
El economista y filósofo escocés Adam Smith, decía en su obra: “Todos los miembros de la sociedad humana necesitan de la asistencia de los demás… Cuando la ayuda necesaria es proporcionada por el amor, la gratitud, la amistad y la estima, la sociedad florece y es feliz”.
El Dr. Robert Emmons, profesor de Psicología en la Universidad de California, EE.UU., ha realizado numerosos estudios acerca de la psicología de la gratitud y la psicología de los objetivos personales; su conclusión es que el sentimiento de gratitud es favorable para el bienestar en general, las personas que expresan gratitud son más felices, más optimistas, tienen más satisfacción con sus vidas y tienen gratas relaciones personales. Las personas con gratitud tienen pensamientos positivos que les permiten superar con mayor facilidad las dificultades de la propia vida. Es por esto que el célebre filósofo romano Marco Tulio Cicerón, en el siglo I a.C., expresaba que “la gratitud es no solamente la más grande de las virtudes sino la madre de todas las demás”. (Pedro M. Carranza)

Raimón Samsó habla en el periódico El País de dos tipos de gratitud:
“La condicional y la incondicional. La primera consiste en sentirse bien cuando las cosas salen como uno espera. Como no siempre es así, acaba siendo una emoción esquiva y poco duradera. La segunda consiste en una actitud y un hábito de vida, sentirse bien sin que haya ocurrido nada especial; es decir: estar agradecido por todo y por nada a la vez. Y al no estar condicionada por ningún otro acontecimiento, esta actitud es la precursora de la felicidad y el éxito personal en la vida”.
A nosotros nos gustaría añadir un matiz más, inspirados en la búsqueda de la excelencia, como personas y como profesionales, os proponemos un reto:
– Practicar la gratitud cuando las cosas se han puesto realmente feas.
– Practicar la gratitud cuando no hemos conseguido ese puesto de trabajo que tanto ansiábamos.
– Practicar la gratitud cuando nuestra cuenta bancaria no esté pasando por su mejor momento.
– Practicar la gratitud cuando nuestra relación de pareja esté “haciendo aguas”.
– Practicar la gratitud cuando estemos inmersos en procesos médicos…
Y así podríamos desarrollar un lago etcétera, pero con los ejemplos empleados sabemos que es suficiente para que el lector capte la idea de nuestro reto.
Es relativamente fácil agradecer cuando nos ocurren cosas dignas de ser agradecidas, pero si estamos hablando de virtud, nos estamos refiriendo a la capacidad de hacer prevalecer ese talento, incluso cuando las circunstancias no acompañen. Es justamente ahí donde más necesario es sacar lo mejor de nosotros mismos, mostrándonos agradecidos con lo que la vida ya nos ha otorgado o hemos logrado.
Mirar con la perspectiva adecuada a nuestras circunstancias, ofreciéndole la importancia justa y esforzándonos por hacer más protagonista al corazón y menos al intelecto, es una prueba de excelencia humana que requiere autoconocimiento y pasión por lo más importante que tenemos: NUESTRA VIDA, con todo lo que ello conlleva.
Por todo ello recuerda ESTARLE PROFUNDAMENTE AGRADECIDO/A.
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