
Hablar de soledad, dependiendo de quién la sienta y cómo la sienta, se puede convertir en una vivencia de opuestos.
¿Qué es para ti la soledad?
Para poder contestar con honestidad a esta pregunta, primero tendrás que poner mucha atención a tu “voz interior”, ese guía que viene directamente desde tu inconsciente, el centro neurálgico de nuestras verdades (sobre todo, de las que más nos cuesta aceptar).
Es una realidad que, en nuestra sociedad industrializada, avanzada, desarrollada, y muchas más cosas terminadas en “ada” se nos aboca cada vez más hacia ella.
A modo de sugestión, se nos insta a la vivencia de nuestra individualidad, a la construcción de una autosuficiencia superlativa, pero que más tuviera que ver con el aislamiento, que con la soledad bien entendida, bien sentida, bien vivida.
Comenzamos con los opuestos, elige el tuyo:
Soledad como:
- IMPOSICIÓN vs ELECCIÓN
- DESAMOR vs AMOR PROPIO
- AISLAMIENTO vs LIBERTAD
- TRISTEZA vs JÚBILO
- FRACASO vs TRIUNFO
- MIEDO vs CONFIANZA
¿Has elegido tus opuestos? ¿Te has sido sincera/o?
Es inevitable referirnos a la DEPEDENCIA EMOCIONAL si estamos hablando de SOLEDAD, mal entendida, por supuesto.
Una persona dependiente emocionalmente, si por algo se caracteriza, es por su miedo profundo a la soledad.
Esta aversión adquirida culturalmente (el ADN no lo porta), lleva a la persona dependiente a la necesidad de formar parte de alguien para saberse al mismo tiempo, eso, alguien.
La fusión con el otro/a, cree que le otorga la identidad que necesita para coexistir, convirtiéndose en una prolongación de su pareja, de su familiar, de su muy mejor amigo/a.
Como puede intuir el lector, esta tendencia para estar “a través” de alguien, impide al dependiente realizar elecciones sensatas y sanas sobre sus acompañantes (sobre todo en lo que a elección de pareja sentimental se trata), priorizando aniquilar el sentimiento de soledad, antes que cerciorarse adecuadamente de la calidad de la persona a la que abre las puertas de su vida.
Si puntualizamos un poco más, podríamos decir sin riesgo a equivocarnos, que la dependencia emocional afecta sobre todo a las mujeres, por cuestiones multifactoriales (antropológicas, sociales, culturales, económicas, de género, etc.).
Dice Colette Dowling en su libro “El Complejo de Cenicienta”, que este fenómeno tiene que ver con la creencia de muchas mujeres de que el “Príncipe Azul” existe realmente, de que siempre habrá alguien más fuerte para apoyarlas, protegerlas, y tomar por ellas las decisiones más importantes.
Este libro fue escrito en los años 80, y si crees que esta teoría está ya obsoleta, solo tendrías que quedarte un día como oyente en mi consulta, para comprobar, que, aunque más sutil, refinada, o más compartimentalizada, la dependencia de la mujer hacia el hombre (sobre todo) sigue tan vigente como en aquella época.
Hay un concepto que me interesó mucho en este libro, y que creo que refleja a la perfección la epidemia que están sufriendo las mujeres en el s.XXI.
La autora habla de las mujeres “seudoindependientes”. Serían mujeres que padecen una dependencia oculta, siendo capaces de negarla durante años, escondiéndola en convincentes fachadas de autosuficiencia (eso que ahora tenemos que ser las mujeres, aparte de madres, compañeras, grandes profesionales, modelos de salud y belleza, etc, etc.)
Estas mujeres (toma nota), trabajan, cuidan de su familia (si es que la tienen, con frecuencia viven solas o acompañadas por una mascota), aparentan una cierta libertad sexual, tienen buenas amigas y amigos en los que poder apoyarse, pero cuando llegan a casa, sienten como la soledad (posiblemente mal entendida), las atraviesa por dentro, haciéndolas sentir incompletas, defectuosas e incluso, no dignas de ser amadas.
La noticia es que una dependencia no resuelta, no desaparecerá con la llegada del príncipe, con la adquisición del trabajo soñado, o llevando un estilo de vida “fitness”.
Si eres una mujer deseosa de comenzar a sentirte satisfecha de ti misma, debes empezar por enfrentarte con lo que sucede en tu interior, y la única forma de llevar a cabo esta hazaña, es hacerlo paradójicamente, a través de lo que huyes, es decir, a través de la soledad.
Soledad bien entendida, como elección, como síntoma de amor propio, de confianza y de regocijo por la compañía propia, sin necesidad de huir, porque quien huye, solo lo hace de sí mismo.
MARIAJESUSGONZALEZ.COM