Cuando los pilares personales no están bien consolidados, los seres humanos pueden verse abocados a entrar en necesidades nocivas de “demostración”. Por su misma incapacidad para valorarse, se puede caer en la distorsión de creer que deben ser reconocidos y admirados por los demás, invirtiendo grandes esfuerzos en destacar respecto a los otros, pues esta sería la señal con la que interpretarían que son valiosos.
Automáticamente crearán un diálogo constante de comparación, llevando irremediablemente a la persona, a sentir la presión autoimpuesta de ser más que el de al lado (desde su infancia han asimilado erróneamente la creencia de que para ser valioso se necesita superar y sobresalir respecto al resto).
Aunque es muy común caer en este tipo de estrategias inútiles para poner “en forma” la valía personal, es fundamental aclarar que todas estas artimañas, no llevarán nunca a un genuino sentimiento de valor personal, más bien todo lo contrario, pues nunca será suficiente para quien no sabe dónde reside su verdadero valor, más allá de sus logros y victorias.
Para que puedas situarte más fácilmente en lo que nos estamos refiriendo, vamos a detallar algunas de las estrategias de reconocimiento ajeno, frecuentemente empleadas.
1. Competir en el ámbito laboral
La identidad laboral tiene un peso extraordinario en la evaluación que realiza la persona sobre sí mismo. Si a esta contingencia, le añadimos una tendencia insegura por parte de la persona, será sencillo caer en la necesidad, a veces obsesiva, de sobresalir por encima de los demás compañeros del equipo, siendo en muchas veces formulado en términos de “juego sucio”, pues todo vale si lo que está en juego es demostrar al resto y a uno mismo, que se es capaz.
La tendencia a la competición se puede realizar en cualquier faceta de la persona, basta con proponerse querer ser más que alguien, por lo que lo podremos ver en el ámbito familiar, en el ocio, en la propia pareja sentimental, etc.
2. Coleccionar méritos
La vara de medir el talento en nuestra sociedad/mercado laboral o político, está dando lugar a un fenómeno conocido como “meritocracia”, provocando que las personas sean valoradas por sus logros, círculo de influencias, etc.
Actualmente, consideramos a un profesional como apto, dependiendo de lo extenso que sea su currículum, los títulos, masters, diplomas… que haya cosechado a lo largo de su carrera profesional, dejando en un segundo plano la vocación y la responsabilidad con que ejecute su desempeño laboral.
Es fácil de imaginar, que quién más y quién menos, sienta que para “ser alguien” en su gremio, deberá invertir dinero y esfuerzo para poder contar con estos justificantes de valía personal/profesional.
3. Necesidad de tener una vida sexual activa y variada
Cambiando de tercio, pero continuando con las estrategias disfuncionales que se interiorizan para demostrarnos cuánto de buen@s somos, existe una vertiente que está pegando con fuerza en la última década, nos referimos a la promiscuidad sexual como reflejo de nuestro atractivo y poder de seducción, aspectos que igualmente podrían influir en la percepción de valía personal.
Las aplicaciones gratuitas de citas, se han convertido en la mayoría de las ocasiones en un mercadeo de sexo, donde lo que importa es con cuánt@s has entablado conversación y por tanto, con quienes llegarás “al final” del asunto.
Asemejar la estima personal con el número de parejas sexuales es un negocio disparatado, que se puede convertir en destructivo tanto a nivel emocional como físico, porque la salud siempre estará en juego, y saber protegerla, sí que pertenece a la demostración más auténtica de valía que se puede otorgar un@ a sí mismo.

4. Buscar pareja con impaciencia
Uno de los motivos por los que se interpreta como negativo o temido el sentimiento de soledad, es porque suele equipararse a no ser queridos/deseados/válidos, y esta supuesta ausencia de amor por parte de alguien especial, sería la demostración inequívoca de que no se es “lo suficiente” como ser humano.
Esta creencia distorsionada e ilógica, lleva a la persona a equiparar su valor con la ausencia o presencia de pareja, llegando a conclusiones tan radicales como: “si no tengo pareja es porque no soy dign@ de ser querido”, siendo este uno de los motivos por los que muchas personas se lanzan al mercado sentimental con el afán de conseguir un compañero o compañera que les indique que ahora sí, son válidos, mereciéndose las atenciones y mimos de otro ser humano.
5. Presumir de capacidad, posesiones, logros
Cuando depositamos lo que somos en aspectos tan efímeros como un cuerpo de gimnasio, una aptitud, o nuestras posesiones materiales, estamos cayendo en el error de dejar al descubierto y sin protección segura, nuestros sentimientos más honestos de estima personal.
Aunque ya hemos recurrido a esta reflexión en otros artículos, es necesario volver a tirar de ella para que podamos comprender la importancia de no asemejar lo que somos con lo que tenemos.
“Si soy lo que tengo y lo que tengo lo pierdo, entonces ¿quién soy?”
Erich Fromm.
Sin duda, todas estas formas de demostrarse la valía personal, tienen como factor común que se basan en el mensaje subliminal de “ser más que los demás”.
Así pues, el propósito de valor personal desaparece, pasando a ser una fuente de alimento para la demostración vanidosa de superioridad respecto de los otros.
Desde nuestra experiencia observamos que el núcleo de la valía personal tiene que ver (más que con los logros y victorias), con la capacidad que tiene cada ser humano para ser una buena persona, habiéndose esmerado en desarrollar un corazón honesto y unos valores sólidos y positivos que guíen su vida personal sin bloquear con ellos las aspiraciones de otras personas con las que se cruzarán en el camino de su vida.
MARIAJESUSGONZALEZ.COM