
Parece lógico pensar que para encontrar lo que queremos, primero debemos saber qué es exactamente lo que estamos buscando, y en el ámbito de las relaciones de pareja la cuestión no parece que sea muy diferente, aunque en la práctica, las personas y parejas que vienen a consulta, no lo terminen de tener tan claro como les sería deseable.
La amalgama de expectativas, ideales, emociones y síntomas físicos asociados a los inicios de cualquier relación sentimental, dificultan la claridad de mente que se requiere para llevar a cabo una buena elección de la pareja, por ello, tras mis años de experiencia clínica, he podido recoger una serie de pilares que son cardinales para asegurar el buen funcionamiento de dicha relación, otorgándole de esta forma, un extra de consistencia, para que cuando surjan los problemas lógicos que trae el paso del tiempo (confianza, convivencia, desmitificación del otro, etc.), la relación tenga más garantías de progresar saludablemente para ambos miembros.
Sobra decir que los requisitos en una relación son tan personales como intransferibles, por lo que sería muy acertado que cada uno pudiera elaborar su propio “mapa conceptual” en el que fuera plasmando lo que busca en una pareja. Un ejercicio constructivo que irá tomando forma gracias a las experiencias sentimentales que se hayan vivido hasta el momento, ya que es una realidad que tras cada relación se puede tener una idea más clara de lo que queremos, pero sobre todo, de lo que no queremos volver a tener en una pareja.
Dicho esto, paso a desglosar las condiciones que te pueden ser de utilidad para que tu búsqueda sea más certera, porque ya se sabe que para que la “Ley de la Atracción” surta efecto, primero debes de poder visualizar con una claridad cegadora, qué es exactamente lo que quieres que llegue a tu vida, y por supuesto en lo referente al AMOR.
1. COMENZAR COMO AMIGOS
Iniciar la relación en calidad de amigos, dedicándose el tiempo necesario para conocerse y comprobar si la compatibilidad es realmente un hecho.
Mi experiencia me dice que una buena amistad inicial puede ser garantía para que la relación dure más tiempo y con mejor calidad, capacitando a los miembros de la pareja para ir más allá de la posible química física-sexual que pueda surgir en un primer momento, ofreciéndose el espacio cálido y genuino que podrá ser la antesala de una bonita historia de amor.
2. CAPACIDAD DE COMPROMISO
Se trata de nuestra capacidad de lealtad, a nosotros mismos y al otro. Una formalidad que denota nuestra tendencia y facilidad para construir un proyecto respetuoso, maduro y común con el otro.
El contexto de una relación de pareja estable y comprometida implica la decisión firme de “salir del mercado” sin dificultad ni resistencia, pues la pareja que se está creando compensa cualquier necesidad egoica, como seguir gustando a los demás o querer flirtear con otras personas. Igualmente se requiere perder el miedo a amar y ser amado, pudiendo abrir con generosidad y valentía nuestro interior a la otra persona.
En definitiva, el compromiso pone en alza el proyecto en común con el otro, más allá de recompensas a corto plazo, como por ejemplo, evitar las renuncias propias de toda relación de pareja.
3. CAPACIDAD DE AMAR
Citando al psicoanalista judeo-alemán Erich Fromm: “Si deseamos aprender a amar debemos proceder en la misma forma en que lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte, música, pintura, carpintería o el arte de la medicina o la ingeniería”.
Queda patente en esta reflexión, que el amor es un talento, una capacidad, y por consiguiente, requiere de un aprendizaje.
Si partimos de la máxima: “nadie nace aprendido”, es un hecho que la mayoría de nosotros necesitamos hacer unos ajustes para iniciarnos en la senda del amor, del amor con calidad, pues si no es así, lo más común es que nuestro EGO (miedos, inseguridades, carencias…) se apoderen de este sentimiento tan potente y rico, convirtiéndolo en algo combustible y peligroso, algo así como un arma arrojadiza con el que jugar y apoderarse del otro o viceversa, iniciándose así una relación de dependencia en la que el sentimiento que se mueve no es el amor sino la necesidad.
4. INDEPENDENCIA AFECTIVA
Mencionando nuevamente a Fromm, aunque resulte paradójico, él consideraba que “ser capaz de estar solo es la condición imprescindible para ser capaz de amar”, y por lo tanto, de estar en pareja.
Es una evidencia demostrada, que las personas que son capaces de convivir con ellas mismas, aceptando y disfrutando de su soledad, eligiéndose como motores de su propia vida, son capaces de vivir en pareja de una forma más auténtica y saludable.
La capacidad de auto-gestión, de priorizarse y de darse el valor que merecen, contribuye a que estas personas se hagan expertas en los sentimientos de amor y afecto de manera genuina, ya que previamente han sido capaces de ofrecérselo a sí mismas, requisito imprescindible para que, a la hora de tener pareja, sepan ubicarla saludablemente dentro de su vida, representando un área más, compatible con todas las demás facetas que la conforman.
Y no ser el centro y motor de su vida, como patológicamente dicen las “canciones de amor”.
Pero eso, será otra historia que trataremos más adelante… 😉
MARIAJESUSGONZALEZ.COM